PEGONZA Y EL PUERTO DE LA CRUZ
A Pedro González le conocí hace décadas por varias razones. Primero deportivas y lo llamaban Peri, cuando jugábamos al fútbol, él en el juvenil Portuense y yo en el Plus Ultra de la Villa orotavense; luego sociales, al casarse con Tere Cruz y le conocíamos como Pedro, ahora es pintor y le llaman PEGONZA. Su familia y Dany han tenido mucho que ver, al menos en las acuarelas. Lo reconoció en el espacio cultural de La Ranilla, al final de la calle Mequinez, cerca de El Peñón y de la antigua planta eléctrica de El Chavito. Fue con ocasión de celebrar la inauguración artística en el Puerto de la Cruz correspondiente al año que tiene como matrícula el 2017. Como testigos de excepción Lola Reyes y su esposo Domingo. Salvador García fue el conductor del acto.
Mucho público, del Puerto y de la Villa, locales y foráneos, profesores arquitectos, pintores, ingenieros, médicos, abogados, escritores, físicos y químicos, vulcanólogos, fotógrafos, dirigentes de organizaciones socioculturales del valle de Taoro, empresarios y trabajadores, amas de casa, gentes sensibles con el arte de la pintura, de las acuarelas en especial, con el blanco, el azul y el verde. Era la víspera de la festividad hispana de los Reyes Magos y la calle estaba efervescente y abundaban los amigos de Pedro, Dany, Lola y Salvador. Lola Reyes se encargó de dar la bienvenida a La Ranilla, Salvador García fue el mantenedor del acto y Pedro González agradeció nuestra presencia cuando realmente era a él a quien deberíamos darle las gracias por el arranque del motor del arte en el Puerto de la Cruz. Por ello Salvador se dedicó a recordar la definición de las acuarelas, la importancia de los colores, la temperatura del agua y el blanco del papel. Evocó a profesoras de diferentes universidades de habla hispana y describió con gran sentido común las lecciones que PEGONZA ha aprendido en su caminar por la senda de la pintura y van ya dos exposiciones. Tuvo ideas muy interesantes a la hora de contar las imágenes que Pedro González plasmó en esas decenas de láminas que colgó en las paredes blancas del espacio portuense y que denotan el progreso de un pintor aficionado, que sin prisas pero sin pausas, camina de la profesionalidad a estas alturas de la vida. Además de los colores García resaltó la diversidad de paisajes plasmados por el nuevo artista y fue un acierto la combinación de lo rústico y lo urbano, de lo aéreo y lo marino, de la cultura y de la naturaleza, de capitales europeas y americanas, de ciudades paralelas. El azul del Atlántico llamó la atención, al igual que el castaño de Pinolere, así como el detalle del espejo de agua que el artista observó en la plaza cacereña de Trujillo y el de las casas terreras de la cubana Villa de Trinidad que me mostró personalmente Salvador.
Está claro que el Puerto de la Cruz incorpora a su catálogo de pintores el nombre de PEGONZA. Felicidades a todos.
Isidoro Sánchez. Enero 2017